Esta
es una muy breve historia de los aspectos planetarios, según la tradición
occidental, la cual trascurrirá en cuatro etapas: clásica, medieval,
renacentista y contemporánea. El tema de este artículo sólo es una excusa para
concluir una reflexión final que quiero expresar. Aviso de antemano que aquí no
se tratará el significado específico de los aspectos, sino los detalles de su
uso general a través del tiempo.
Antes
de inicia quiero hacer una pequeña mención a los tiempos pre-aspectos, por
decirlo así, pues la concepción moderna que tenemos es bastante diferente. En
los tiempos sumerio-babilónicos es muy poco común ver referencia a algo que
podamos identificar con los aspectos modernos. La configuración y el movimiento de
los planetas se medían principalmente en relación al Sol o al horizonte. Términos
como oriental, occidental, estrella
matutina, por sobre el horizonte tenían prioridad sobre lo demás.
Ahora, por etapa clásica entenderemos
desde los comienzos de la Edad Media (siglo V) hacia atrás. Cada vez más
personas están al tanto de la concepción clásica –concretamente helena– de los
aspectos. Esto es: aspectos de signo entero, y recordemos que la etimología de la
esta palabra significa mirar. Supongamos
una cuadratura; en esta concepción no importará si un planeta está a 0º de Aries
y otro a 29º de Cancer, se trata de una cuadratura, pues ambos planetas están
en signos que se miran por
cuadratura. Esta es la noción básica.
A lo anterior debemos añadir algunos
elementos más, como la concepción de los aspectos diestros y siniestros; la concepción de los planetas que miran hacia adelante, y aquellos que lanzan sus rayos; la concepción de la superioridad; etc. Mas como sea, la idea
principal es la descrita en el párrafo anterior, aunque hay un concepto añadido:
a más cercano el aspecto de su grado exacto, más fuerte e importante era. Lo anterior
se evidencia en los astrólogos árabes que heredaron las doctrinas clásicas. Ejemplo:
“De
hecho, los aspectos de los planetas vienen a ser en los signos especificados,
los cuales son siete. A saber: el tercero [desde el inicio de la cuenta], el
cuarto, el quinto, el séptimo, el noveno, el décimo y el onceavo. Y [un
planeta] mira todos los grados del signo por entero y cualquier cosa que se
encuentre en él (planetas, partes o demás).
Y
el aspecto a cualquiera de estos signos será más fuerte en tanto se acerque al
número exacto de grados, según el signo: 60, 90, 120 y 180 grados iguales. Pero
si se aleja de este número de grados, el aspecto será más débil”.
Gran Introducción, VII, 5
Abú Ma’Shar
Durante el medievo, y específicamente en
la Alta Edad Medina, época dorada del mundo musulmán, se sumaron a la doctrina
nuevas consideraciones sobre el uso de los aspectos. En concreto la atención se
fijó en el movimiento vivo de los planetas. Aparecieron las nociones de aplicación,
perfección y separación, cobrando tal importancia que los aspectos llegan a
considerarse existente mientras el planeta rápido aplique al planeta lento.
“Pero la
conjunción de los planetas entre sí es cuando un ligero se une a otro más
lento. Y esto viene a suceder de ocho maneras, a saber: la conjunción que viene
a ser en un signo y las siete conjunciones por aspecto.
Así,
la conjunción en un signo es cuando dos planetas están en movimiento directo en
un signo, y el más ligero en velocidad se encuentra en un grado menor que el
más pesado. Entonces, mientras el más ligero en velocidad se mantenga en un
grado menor que aquel del más pesado, aquel se dirigirá a la conjunción de
éste, en la unidad del signo. Y una vez que aquel se encuentra con éste en un
solo grado y minuto, aquel perfeccione su conjunción con éste.
[…]
Y
si un planeta estuviera conjunto a muchos planetas, en un número variado de
grados, y si aquel fuera más ligero que los demás, aquel estaría unido al
planeta más cercano”.
Gran Introducción, VII, 5
Abú Ma’Shar
Otro añadido de los árabes fue el magistral
uso de la recepción, con lo cual se completa la ahora perfeccionada doctrina de
los aspectos. En esta época se logró la comprensión ideal del movimiento de los
planetas y su significado, se generalizaron términos como asamblea, vacío de curso, feral, conexión, trasferencia, recolección, bloqueo,
escape, obstrucción, retorno,
recompensa, generosidad, etc., términos que de hecho nos
parecen familiares y obvios. Por otro lado, aunque desde Ptolomeo tenemos la
idea de que el trígono y el sextil son aspectos harmoniosos y la cuadratura y
la oposición no, fue a penas en esta época que tal concepción cobró su
importancia central.
Si el mundo greco-egipcio representa la
juventud, y el medievo la edad de madurez y plenitud, el renacimiento es la
vejez. La principal característica del renacimiento –referente al tema– es la populización
de los orbes. Ya los árabes habían desarrollado la doctrina de los orbes,
pero debido a que éstos le daban prioridad a la aplicación, se extendiera los
grados que se extendiera, términos como moiety
o fuera de orbe aparecieron y se
afianzaron hasta a penas la Edad Media tardía.
Finalmente, la modernidad viene a
significar la senectud y la decadencia. Esta etapa se caracteriza por desentender,
negar y desconocer todas las bases clásicas y los avances realizados en el
medievo. Kepler y Morin de Villefranche sembraron la semilla que en un futuro acabaría
destruyéndolo todo, introduciendo los “aspectos” de quintil, biquintil, decil, tridecil,
semicuadratura, sesquicuadratura, semi-sextil y quincuncio. Esto, junto con la
preponderancia que, en general, el renacimiento le dio a los orbes, llevó a la
corrupción de la doctrina y aquellos pasaron a ser parte del aspecto, no del
planeta. Ambiento llegado este punto, cada autor determinó el tamaño de los
orbes según su consideración subjetiva, no según criterios astronómicos. La relación
de los signos y sus naturalezas dejaron de ser la base donde se sustentaba la doctrina entera, pasando a ser una cuestión meramente angular. Así, un
planeta a 2º de Aries y otro a 27º de Géminis formaban una cuadratura. Se inventaron
supuestas teorías sobre armónicos, se diseñaron softwares que entregaban todo tipo
de tablas y ventanas de siclos; ya nadie recordaba qué era una cuadratura
diestra, una trasferencia, o una relación latitudinal. Es así como esta
historia termina, a finales del siglo XX y un saber de más de dos mil años de antigüedad
caído en desgracia.
Antes
de terminar quiero decir que soy un tradicionalista en muchos sentidos, creo en
los siclos, y no me extraña que esta historia se corresponda con las etapas del
crecimiento orgánico. Pero así como después de una muerte nace otra vida, así
esta historia ha de tener una final feliz. Cualquiera con acceso a internet va cayendo
en cuenta que la “astrología” moderna murió con el último siglo. En su lugar está
surgiendo poco a poco, tímidamente, un movimiento de recuperación casi
arqueológico. Los más antiguos textos se traducen, las técnicas se recuperan,
los conceptos vuelven a generalizarse, los errores se corrigen y todo se adapta a las particularidades del
mundo contemporáneo. Hay muchas malas interpretación, como se puede
esperar, muchos desentendidos, pero con disciplina, rigor y honestidad, este
nuestro arte podrá, seguramente, volver a ser la ciencia de los sabios que fue un
día.
Pensé escribir este artículo únicamente
para hablar sobre la aplicación de los aspectos en el mundo árabe, pero ahora,
en la generalidad, quiero concluir diciendo lo siguiente. El propósito de la
astrología fue, desde un principio, conocer el futuro de los reyes y los reinos.
¿Para qué? Pues obviando que el señor en turno quería mantenerse en el poder
cuanto tiempo pudiese, deseábamos conocer su destino y el de su reino con ánimo
de velar por el pueblo que vivía ahí. Es velar por el futuro de los pueblos –y
luego de las personas en particular– lo que le da sentido al arte astrológico. Así,
pues, hemos de seguir adelante con nuestro estudio.
Interesantísimo. Muy feliz de haber encontrado este blog. Hasta este momento me parecía tan difícil como importante encontrar información acerca de los fundamentos tradicionales de la astrología helénica.
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