sábado, 29 de enero de 2022

El microcosmos según Ibn Arabi

Dueño —el hombre— de un cuerpo denso y de un alma sutil, parte en él es sutil y parte densa; su parte sutil está viva y su parte densa está muerta; la mitad es activa y la mitad inerte, la mitad determinada y la mitad disponible, la mirad noche y la mitad día, la mitad niebla y la mirad luz, la mitad evidente y la mitad secreta, la mitad emotivo y la mitad racional, la mitad esencia y la mitad atributo. Se avergüenza de lo feo y sufre, hace lo que quiere y se arrepiente; es un compuesto de esencia sutil y grosera, hay en él espesor telúrico y sutileza aérea, afinamiento ígneo y frialdad acuática, por eso es equilibrado en el movimiento que es el espíritu de la vida; conoce el calor del fuego por lo que tiene él de ígneo en la fuerza, conoce la frialdad del agua por lo que tiene él de frío y así los demás elementos. 

 Además su cabeza tiene la forma del cielo por su redondez y por el conjunto de gracias y luces que hay en ella: vista, oído, olfato, gusto y palabra. Sus ojos son como los dos astros luminosos, sus ollares como los dos vientos, sus orejas como el Oriente y el Poniente, su delantera como el día y su espalda como la noche, su caminar como el movimiento de las estrellas y su asentamiento como su fijeza, su retroceso como su caída y su muerte como su eclipse. 

 Sus miembros interiores son siete, como los planetas y en la cabeza tiene siete huesos, como días la semana; en la espalda tiene veinticuatro vértebras como horas el día y la noche y veintiocho articulaciones, el número de las mansiones de la Luna y de las letras del alfabeto. En su vientre los intestinos son tantos como los días de Luna Nueva, y contiene 360 venas y otras tantas arterias, el número de los días y las noches del año y de grados de la esfera. Sus humores son en el número de estaciones del año.

 Sus ojos son como los espías de la fuerza racional, que es como el rey, sus oídos los administradores de la información y la lengua su truchimán. El corazón la cancillería de su saber, y el estómago su tesorería, éste es el puchero del cuerpo; el hígado su manantial, y la bilis su mirra, para que no hieda la carne, es la bendición y la medicina del cuerpo; el pulmón es su ventilador, las manos su ujier, y los pies su vehículo. La carne de su cuerpo es como la tierra y sus huesos como las montañas, su pelo como las plantas, sus venas como los ríos y sus miembros internos como las minas. 

Su cuerpo está compuesto de nueve esencias, construido sobre nueve círculos montados cada uno en el interior de otro y la esfera exterior le sirve de pared: es la carne, los huesos, los músculos, las articulaciones, la médula, la piel, el pelo y las uñas. La médula está dentro de los huesos y su función es conservar la fuerza y atemperar la sequedad de los huesos; la función de los huesos es aglutinar la carne y mantenerla sobre sí; la función de los músculos es enlazar las articulaciones y mover los miembros; la función de la carne es encintar las entrañas del cuerpo y proteger los huesos, para que no se dispersen ni se rompan; la función de las venas es reunir en si la sangre y llevarla a todos los miembros del cuerpo; la función de la sangre es recoger la temperatura, mantener la vida, regular el humor y generar el movimiento, y la función de las uñas es mantener y recoger los miembros y amarrarlos para que no se dispersen ni se rompan. 

 El cuerpo, en su constitución tiene doce agujeros asimilables a los doce signos del Zodíaco y así como los signos son seis australes y seis boreales, hay en el hombre seis agujeros en el lado izquierdo y seis en el lado derecho, equiparables a aquellos en el número y en la manera también. Y así como en el cielo hay siete planetas según cuyas órbitas se rigen el universo y los seres y con las cuales se organizan las criaturas, así también en el cuerpo humano hay siete fuerzas eficientes salidas del alma humana y por las cuales se rige el cuerpo. Y así como los planetas tienen alma y cuerpo y obras y espiritualidad que actúan sobre cuantas criaturas, minerales, animales y vegetales se materializan, así se encuentran en el cuerpo humano fuerzas corporales que producen en el cuerpo aquello que le mantiene y le mejora con ayuda de otras siete fuerzas anímicas, a saber: aprehensora, atractiva, digestiva, repulsora, nutricia, genésica e imaginativa. Las siete fuerzas de las espiritualidades son equiparables a las espiritualidades de los siete planetas y son fuerzas sensitivas donde está la perfección humana y la plenitud de sus actos, como los planetas son el ornamento y el soporte del cielo, y el eje y el orden del mundo; aquéllas son la potencia visual, la auditiva, la olfativa, la gustativa, la táctil, la racional y la mental. Los cinco sentidos son similares a los cinco planetas y las dos potencias son similares al Sol y a la Luna. Y así como la Luna toma su luz del Sol en sus veintiocho mansiones, así la potencia racional roma los conceptos de las criaturas de la potencia mental y forma de ellos las veintiocho letras del alfabeto. Y así como en el cielo hay dos Nódulos, la Cabeza y la Cola, de identidad desconocida, pero de obras e influjos evidentes, hay en el cuerpo humano dos cosas afines, a saber, el mal y el buen temperamento y además el alma también. Si tiende hacia su mundo, sus obras son sanas, están exentas de la opacidad de la naturaleza y son rectas, pero si tiende hacia la naturaleza, sus obras son desordenadas, se apartan de su condición y se eclipsan igual que se eclipsan el Sol y la Luna por el Nódulo de la Cola. Pues así, del mal temperamento son las obras naturales y la manifestación de la muerte, y del buen temperamento, la potencia racional positiva. Si la naturaleza del cuerpo se salva y pasa sobre las cosas materiales, el alma se despeja y se alza sobre ella la razón y la ilumina. 

 Como el Sol y la Luna son las dos lámparas del cielo, así se encuentran en el cuerpo los ojos que son las lámparas con las que el alma racional capta las formas de las criaturas, los colores y las vistas por medio del resplandor de la luz del Sol y de la Luna y lo mismo los otros animales. Y así como la esfera celeste y sus signos tienen límites, faces y grados así se encuentra en las articulaciones del cuerpo y en los miembros del tronco articulaciones y venas con características diversas. Y al igual que se propagan de las potencias del alma universal, que hay en los siete planetas y en los doce signos, espiritualidades que poseen obras que incumben a cada planeta y a cada signo y que descienden al mundo con cada momento y cada hora y minuto y cada movimiento de los tiempos, tiene el alma humana —que está en su cuerpo—, obras y hechos que la manifiestan y destacan con cada uno de los movimientos de aquél y con cada uno de sus instantes y de sus alientos. Y así como existe en su esencia aun cuando estén separados su cuerpo y su alma, así el alma universal está relacionada con el alma individual y su ser está en esa extensión virtual y sabiduría rectora.

Ibn Arabi
Picatrix, libro I, capítulo 6

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